Muchas cosas han pasado desde aquel mes de marzo del 73 en el que ingresáramos por la puerta de Condarco 290, ansiosas, asustadas y asombradas de ver tantos varones juntos.
Recuerdo cómo bajaban del 1º piso para vernos.
Supongo que en un principio habrán tenido cierta desilusión ya que solo teníamos 12 años, pero era cuestión de esperar.
Hoy, después de 30 y pico de años, me siento orgullosa de pertenecer a una generación y a un colegio a los que el transcurrir de la historia no les pasaba por el costado, estaba presente en nosotros, en las aulas y en el patio del Urquiza.
Corrían los días y la vida del país y en Tío Fritz se discutía con el mismo nivel de seriedad y desparpajo el atentado del día, el debut sexual de algún compañero, o qué habrá querido decir el Flaco en tal o cual tema.
Porque la mayoría de nosotros si hay algo que no fuimos, fue indiferentes.
Eramos, inquietos, irreverentes, mal educados, enamorados, atrevidos, ingeniosos, creativos, curiosos, contestatarios, subversivos, adictos, de izquierda, de derecha, roqueros, chetos, crueles, cariñosos, agresivos, cultos y un poco tontos también.
Convivían en nuestras preferencias musicales: Sui Géneris, Vox Dei, Roberto Carlos, José Luis Perales, Pastoral, Viglietti, Spineta, Bee Gees, Aquelarre, Zitarrosa, Beatles, Quilapayún, Vivencia, Queen, Serrat.. Carpenter, Focus, Jethro tull, Billy Bond etc.
Ëramos lectores: y aquí se habría paso Cortázar irreverente e ingenioso, Benedetti justo y revolucionario, Becker, Neruda, Sábato, Borges, Sydney Sheldon, Porchia, Poldy Bird, Silvina Bullrich, Kalil Ghibran.
Las revistas, Crisis, Pelo, Satiricón, Mafalda, y alguna que otra porno que Uds. tan amablemente nos proveían. Todo sumaba.
Eran tiempos de tantas incertidumbres como certezas, de límites difusos, de cruzar barreras y quedar del otro lado para luego volver a cruzar y quedar de este lado pero mal o bien o más o menos.
Tiempo de violencia insólita y cotidiana.
El desconcierto de las autoridades era directamente proporcional a nuestra mala conducta.
Tenían cierta ingenuidad y algo de estupidez.
Por ej. Una vez durante 1º año, en vísperas de la primavera y luego de una guerra de bombitas de agua y de gamexame, entre las chicas de primero y los varones del Urquiza, el Rector y la Vice nos reunieron a todas en un aula, para decirnos que estaban arrepentidos de haber incorporado mujeres al colegio, ya que ellos creían que por nuestra presencia los varones iban a suavizar sus modales y había ocurrido exactamente al revés.
Y sí, éramos “varoncitas”
Con sacar cuentas era suficiente, 300 varones y 12 mujeres.
Soplar y copiarse no era solo un acto de solidaridad, era un acto de oposición frente a aquellos profesores ineptos.
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La protesta, la reivindicación de causas estériles y no tanto, la defensa irracional de un compañero era tarea cotidiana.
Como también lo era maniobrar con mis cambios, con mi cuerpo que avanzaba más rápido que mi cabeza.
Con mis padres, con ese mundo adulto paralelo, tan cercano y a la vez intangible y reacio a darme claves para lidiar con mi propia revolución.
Todo estaba bien si no me llevaba materias y llegaba a casa a las 20.30 hs. lo que sucediera hasta ese momento no importaba, siempre y cuando en el boletín todo estuviera de 6 para arriba. A partir de las 20.30 todo tomaba un tinte pecaminoso que hasta ese momento no tenía, Entonces a esa hora, se me bajaba la cortina y allí me transformaba en una tierna adolescente, ingenua y glamorosa.
No decíamos “Chabón” decíamos “Loco”, tampoco “Bolú” sino “Men” alguien no estaba “re-duro” sino que “tenía un mambo…” Las cosas no eran “re-masa” sino que nos “copaban o re-copaban”
Hoy 30 años después de aquellos desenfrenados años 73, 74 y 75 nos volvimos a ver, y no sé qué les parecerá a Uds. pero a mi me parece que he recuperado aquel tramo de mi vida que estuvo durante tanto tiempo en un cajón, escondido, sin despertar sospechas, porque convengamos que a partir del 76 convenía no despertar sospechas, era cuestión de vida o muerte.
Aquí estamos. Por lo que yo ví, me parece que a todos nos fue mucho mejor de lo que en aquél momento cualquier autoridad del colegio hubiese apostado por nosotros.
Nunca imaginé que un encuentro con Uds. me iba a llegar tanto.
Hasta la próxima reunión, con un sorprendente cariño, Silvia.
Diciembre de 2005